A SOLAS CON UNO MISMO
(Letra y recitado: Osvaldo Ardizzone)
Cuando hayas perdido la sinceridad
cuando te vuelvas convencional
y claudiques hasta de tus más queridas convicciones. . .
Cuando te elabores los argumentos
para justificar tus miserias
y, además las justifiques. . .
Cuando sacrifiques la amistad por el poder
cuando festejes el humor de los mediocres
como la pobre copera lo hace con sus clientes. . .
Cuando te acostumbres a juzgar a los demás
por la calidad de la ropa que visten. . .
Cuando mires con conscupicencia la mujer del amigo
que te brinda la mesa, el techo y hasta el lecho. . .
Cuando juzgues despreciativamente a un borracho
Cuando te erijas en juez inflexible de una prostituta
Cuando te sientas respetuoso de la ley
nada más porque pagás tus impuestos al día. . .
Cuando te inclines por lo que te conviene
y no por lo que realmente sientas
Cuando después de tres días consecutivos
adviertas que ni una sola vez levantaste los ojos al cielo.
Cuando digas con la voz impostada del aforista
que deben existir los pobres y los ricos
los triunfadores y los fracasados
los dirigentes y los dirigidos.
Y agregues con la misma impostada presuntuosidad
que los pueblos tienen los gobiemos que se merecen
Cuando te refieras a la gente
y no te sientas incluido en ella
Cuando pronuncies por primera vez
la palabra negro con asco
Cuando te sientas ufano y orgulloso de ser blanco
Cuando llegues a gerente
y además te sientas gerente
Cuando a fuerza de proclamar tus desprejuicios
desemboques sin escrúpulos en el crimen
Cuando uses tus tarjetas en los velatorios
para que nadie dude de tu puntualidad. . .
Cuando entones canciones de protesta
porque está de gran moda cantarlas
Cuando tus más queridos sueños literarios
cuando la fresca espontaneidad de tu primer soneto
desemboquen en la prosa gris y árida de un memorándum ejecutivo
Cuando asistas sin inmutarte a un desalojo
Cuande proclames ante tus hijos tu brillante
carrera de triunfador. . .
Cuando dejes de concurrir a los parques
Cuando dejes de mirarle los ojos a las muchachas
Cuando ya no te quede la posibilidad de un asombro
ni un resto de candor, ni una lágrima para una pena
ni el estremecimiento para un abrazo de hermano,
ni el valor para jugarte en un gesto. . .
Cuando pierdas la facultad de arrepentirte
Cuando seas incapaz de perdonar
Cuando te sientas vacío para querer
Cuando maquines por primera vez. . .
Entonces, ¿de qué te servirá el poder,
de qué el dinero, de qué los amoríos fáciles
de qué las frases huecas, de qué tu vida?
Porque, entonces, con solo mirarte ante el espejo
comprobarás que te has transformado
en lo que se dice, comúnmente ¡una mierda!