A ESTE BUENOS AIRES

Ciudad de Antes,
ciudad de Ahora. . .
Tu cielo de antenas
te llevó para siempre
un sueño de barrilete pobre. . .
El asfalto lustroso
le quitó vigencia
a la chata cadenera
que empujaba repechos
allá, por Centenera. . .
Y, el guapo,
amasado en el código prepotente
del balurdo y de la peca,
se encontró de pronto
frente a la gayola del laburo
y, apretando entre los labios
la última protesta
de su fase de cafiolo,
se hizo gil. . .
Pero gil de frente,
gil, sabiendo que era gil.
Archivando, junto a las viejas hazañas,
el gacho gris de su pasado
para que el sol
le fuese tostando las arrugas,
le fuese cambiando el alma y la vida,
el chamuyo y el ropero. . .

Y, aquella Mina otaria
con caderas de Milonga
y con sueños de Griseta,
se cambió la bata negra
y el percal de la miseria
por una novela nueva
que no quiere mishiadura
ni frasquitos de colores,
ni gavión que tire el carro,
ni garrón que la choree,
ni convoy con encargado,
ni las brumas del Riachuelo,
ni la niebla de Pompeya. . .
Y aunque sea fulería
y traición a aquel pasado,
esta piba que hoy te pifia
con su pollera diquera,
quiere el sol de otra mañana
con un baño sin letrina
con el agua a veinte grados
y un peluquero manca
que le bata en Italiano
que es el último peinado
de Paris o de Milano. . .

Por eso, hermano,
olvidate del pasado
y, llorá junto conmigo,
que Esthercita ya está muerta
y Malena se ha perdido
con su Tango perfumado. . .